Berta estaba en la cocina, con su delantal blanco con adornos florales que le regaló su cuñada, colgado del cuello.

La olla en el fuego, el pollo en salsa casi listo, lo había preparado con una base de verduras pochadas, un toque de brandy, tomillo, ajo y romero, los aromas de aquel guiso invadían toda la estancia.

Mientras cocina es feliz, delante de aquellos fogones puede evadirse de todos los problemas del día a día. Tiene un ritual ,  se sirve una copa de vino blanco bien fresco y  se pone el delantal mientras saborea el primero trago de aquel caldo dorado.

Mario llega a casa el olor de aquel pollo en salsa le trasladaba a épocas pasadas cuando su abuela lo cocinaba en aquella gran cocina con la chimenea encendida al fondo.

Entra en la cocina y sorprende a Berta con una palmada en el trasero, la abraza por la cintura y le besa la mejilla, ella se gira con los ojos fijos en él y le besa como si hiciera un mes que no se han visto, tan solo han pasado 8 horas desde que la dejó durmiendo.

Mario la abraza, mientras los vapores olorosos llegan a su nariz, con un brazo sujeta a su mujer, con el otro intenta alcanzar la olla con sus dedos, necesita probar aquella maravilla. Ella se da cuenta de dicha maniobra y como un autoreflejo y a la velocidad del rayo evita que aquel dedo gordo llegue la salsa marrón, zas cachete en el antebrazo.

Berta prepara la mesa, Mario se acerca a aquel equipo de música pone una de sus canciones preferidas, Haven't met you yet de Michael Buble, le gusta comer con música de fondo.

Se sientan en la mesa y comentan como han transcurrido sus días. Mario entre bocado y bocado, no para de mojar pan en la salsa, en uno de esos momentos, los dedos se hunden el mojo, sin dudarlo

Mario dirige sus dedos hacia su boca, pero Berta lo para y suavemente sujeta la mano y la introduce en su boca.


El postre está servido.