Luis era un profesional afamado en su sector, llevaba 15 años cosechando éxitos en las más altas esferas. Esto lo consiguió apostando que su carrera profesional y social serían lo más importante de su vida.

Vivía en un piso caro no, carísimo, en el centro de su ciudad, conducía el último modelo de su marca favorita de alta gama. Su novia, Lidia Wakoski, era un ex-modelo internacional, envidiado por muchos y odiado por otros tantos.

Un día todo esto cambió, la empresa para la que trabajaba hizo malas inversiones y no tuvo más remedio que cerrar, despidieron a toda sus plantilla, más de 300 personas incluido Luis.

Tras estar viviendo a todo trapo tanto tiempo, gastando como si no hubiera un mañana y disfrutando al máximo sin ahorrar practicante nada.
Sus ahorros se evaporaron en 1 año tras el despido, desde ahí todo fue en picado, parecía una caída anunciada y sin frenos.

Perdió su preciado piso, su coche y todo el lujo de su vida se esfumó. No era capaz de ver  y aceptar que ya no tenía aquel estatus. Su humor cambió drásticamente, se volvió huraño, discutía con todos a todas horas. Llegó un día que su novia no aguantó más que lo dejó con su mala leche y sin un duro.

Un día cualquiera, se acostó en la cama de alquiler en las afueras de la ciudad, ya sin fuerzas de seguir peleando, el mundo se había vuelto pesado, no quería seguir respirando, su cerebro dijo basta y se apagó. Se encontraba en el fondo de aquel pozo de paredes de piedras resbaladizas, llenas de musgo que le impedían salir. Se sentía solo, diminuto, frio y sin fuerzas

Ahora no tenía a nadie, los apartó a todos de su lado. Pasaron semanas postrado en aquella cama sin más, pequeño e insignificante. Sólo comía para no desfallecer, lo poco que su estomago cerrado le permitía y lo que su madre le llevaba de vez en cuando.

Meses más tarde, tan solo quedaba le mitad de Luis, era un saco de huesos con una gran barba espesa. Pero un día despertó, aquel despertar era diferente, había un equipo de música en la mesa que se puso en marcha, estaba solo y no sabía que pasaba, pero aquella canción que nunca había escuchado, "Paint a Smaile on Me" de Black Yaya. No sabía como ni cuando aquel reproductor llegó a su casa, pero aquella musiquilla cambió algo en su interior. De un salto se puso a bailar encima de la cama.

En uno de sus giros, vio encima de la mesa al lado del reproductor un papel escrito que decía:

"Aquí te dejamos con la mejor terapia que conocemos, esperamos de corazón que salgas de tu pozo, lo hemos intentado todo, este es nuestro último recurso. Aquí tienes  los nombres de las canciones y al lado el nombre de quien ha querido aportar su granito de arena a esta lista de reproducción: